martes, 10 de mayo de 2011

Limitaciones en la Implementación de la Tansversalidad

“Lo que no se siente, no se entiende.
Lo que no se entiende, no interesa.”

La aplicación de la transversalidad ha presentado diferentes dificultades.  Si los temas transversales son tratados como nuevos contenidos a añadir a los ya existentes, únicamente cumplirán la función de sobrecargar los programas y hacer más difícil la tarea del profesorado, sin que ello reporte ningún beneficio al estudiantado, ya que supone tratar una nueva temática con viejos procedimientos, eliminando así todo el valor innovador que pueda tener.
En la selección de los contenidos transversales y las competencias a desarrollar se tiene las siguientes limitantes: la falta de material bibliográfico y las carencias en la formación de las y los docentes en el tema de la metodología transversal, entre otras.
La falta de preparación y de actualización en estos temas, la falta de motivación y particularmente la dificultad de debatir sobre los propios valores y llegar a acuerdos sobre situaciones con una gran carga ideológica, hace que el abordaje en el aula sea superficial y poco relevante.
Además es problemática la implementación por las siguientes razones: por la organización curricular predominantemente por asignaturas, por la poca experiencia en el trabajo interdisciplinario y en equipo por parte del estudiantado y las y los docentes.
Por último se tiene que las técnicas participativas o dinámicas de grupo, son instrumentos, herramientas, que no se utilizan correctamente en el proceso educativo, corren permanentemente el riesgo de convertirse en una moda, en un fin en sí mismas, desprovistas de contenido y de intencionalidad.  Cuando se les utiliza simplemente como divertimento, o como un recurso útil para “despercudir” a los participantes que se encuentran aburridos, se pierde toda su potencialidad educativa.

Evaluación de la Transversalidad

La evaluación es un momento que nos tomamos para pensar
y mirar con ojos exigentes y críticos los pasos que dimos hasta ese momento.
 
Debemos de tener en cuenta que sin evaluación no tendremos una prueba objetiva del nivel de consecución de los objetivos didácticos planteados.  Y aunque con demasiada frecuencia las y los docentes pensamos que no es necesario evaluar la Educación en Valores, sí que es necesario tanto en cuanto permite la propia mejora de nuestros procedimientos.
Dicha evaluación deberemos tenerla en cuenta como un proceso continuo y formativo, no derivada de situaciones aisladas si no de un trabajo constante con nuestros estudiantes.
No se trata en definitiva de cuantificar midiendo las actitudes y valores del estudiantado ni calcular el impacto que en los estudiantes ha tenido la acción educativa, por lo que la evaluación debería ser de tipo cualitativa y podría caracterizarse por los siguientes criterios:
- Participación en actividades de grupo.
- Cooperación.
- Capacidad de diálogo.
- Cumplimiento de las normas de convivencia establecidas.
- Nivel de compromiso con los valores propios de una cultura de paz: justicia, equidad, solidaridad, tolerancia.
- Aceptación de las diferencias con los demás.
Para conseguir que nuestra evaluación sea objetiva deberemos de tratar de sistematizar la misma de forma que nos resulte sencillo e inequívoco la obtención de la evaluación de nuestros estudiantes.  Para ello aconsejamos que la actividad de evaluación se realice:
- De forma planificada.
- De forma continuada.
- De forma comprobable o verificable, por ejemplo, mediante anotaciones en nuestro anecdotario o diario de clase.
- Cuidadosamente registrada, por medio de escalas, instrumentos o registros capaces de sistematizar los datos.  En cuanto a los instrumentos utilizaos para evaluar los valores, uno de los más conocidos es la Escala de Valores de Rokeach.  Esta escala se basa en la distinción entre valores instrumentales (modos de hacer las cosas) y valores terminales o morales (estados finales preferidos: libertad, igualdad, tolerancia).

Implementación de la transversalidad

No es posible el proceso educativo “sin fe en los hombres,
en su capacidad de hacer y rehacer, de crear y recrear."
Paulo Freire 

La introducción del enfoque de la transversalidad implica elecciones y compromisos con nuevas perspectivas acerca del mundo, la sociedad y proponen redimensionar los fines, principios y métodos de la educación y del proceso de enseñanzay de aprendizaje, así como la teoría y la práctica curricular, constituyendo una forma de entender el currículo escolar y la organización de sus contenidos.  En la actualidad, la ciencia trasciende la especialización unilateral y avanza hacia lecturas holistas, en aras de comprender y transformar las realidades que son ciertamente complejas, totales, multicondicionadas e interconectadas.
La transversalidad se enmarca en la nueva concepción curricular que, aboga por un modelo en el que los valores se constituyen en el eje estructurador de objetivos y actividades.  Esta concepción es sostenida, entre otras, por la teoría del aprendizaje significativo, por las aportaciones del constructivismo y por la influencia de la racionalidad comunicativa o dialógica de Habermas, como lo apunta Camps (1993), como lo cita Mujica (2002).
El curriculum de educación básica plantea un enfoque constructivista, para el desarrollo de competencias, las cuales comprenden conocimientos, procedimientos y actitudes a ser desarrolladas en el proceso educativo.
A este respecto, las unidades didácticas constituyen una opción didáctica importante, en ellas el educador y la educadora despliegan habilidades conceptuales y metodológicas, tomando como punto de partida las necesidades e intereses de su comunidad escolar. En el trabajo escolar en función de las unidades didácticas, la tarea del grupo escolar consiste en explorar problemáticas respecto de las cuales la intervención se compromete a brindar alternativas de intervención concretas, partiendo de una perspectiva crítica, en la que las opciones tomadas se conciben como hipótesis para ser contrastadas desde la práctica, considerando un proceso cíclico de planificación, acción, observación y reflexión.
Por otra parte, el trabajo en el marco de las de las unidades didácticas, permite emerger la transversalidad curricular como un asunto que pone en evidencia los procesos formativos que implican el desarrollo de habilidades y actitudes que por lo general quedan subsumidas y nominadas como un currículum oculto, al formalizar y recoger de forma sistemática las necesidades prácticas y sociales para que  sean parte de los aprendizajes escolares, en el entendido de una educación para la vida. Rodríguez (1991), citado por Bautista (2005) ”lo que define a una Unidad Didáctica es el curso de acción que muestra, la secuencia de tareas en la que se encarnan los contenidos y da sentido a los objetivos.  Por eso mismo, es una vía muy apropiada para aprender de la práctica.”  Puede concebirse como un núcleo de contenido y acción con sentido en sí mismo, que indica una secuencia de aprendizaje susceptible de ser tratada como un todo completo en relación a los procesos de aprendizaje susceptible de ser tratada como un todo completo en relación a los procesos de aprendizaje que se ponen en marcha y se desarrollan.  Por lo tanto su duración, límites y estructura no pueden prefijarse de antemano, sino que se adaptan a las peculiaridades del contenido y del curso en acción a los que se refiere y a las condiciones del contexto educativo para el cual está pensada.
Para Torres (1996) citado por Mujica (2002) “La unidad didáctica integrada es una propuesta de trabajo en la que participan un determinado número de áreas de conocimiento o disciplinas, destinadas a cubrir un período temporal relativamente corto. Con ella se trata no sólo de promover procesos de enseñanza-aprendizaje para un conjunto específico de estudiantes, que aprendan unos determinados contenidos, conceptos, procedimientos y lleguen a asumir de manera reflexiva un sistema de valores, sino asimismo, de motivar y desarrollar todo un conjunto de destrezas que les permitan establecer nuevas relaciones e interacciones con ésos y con otros contenidos culturales.”
Otra opción es la planificación de un Proyecto Pedagógico el cual es un conjunto de actividades programadas para alcanzar objetivos propios de la formación integral de las personas que participan de él.  Se caracterizan porque no se desarrolla en un tiempo y con una secuencia temática rígida.  Puede girar en torno a una problemática o un tema específico, pero su relación con la vida y la cotidianidad es mucho más directa, de tal manera que tal problemática será asumida de manera holística, para atender la complejidad con que se manifiesta la vida.
Dentro de esta concepción, el proceso formativo no se limita a lo estrictamente académico, previsto en las asignaturas, sino que abarca también todos aquellos contenidos, académicos o no, que se desarrollan dentro de un Proyecto Pedagógico, ya sea con fines de sistematizar contenidos específicos, o de llevar a cabo lo que comúnmente se ha denominado actividades complementarias, como un centro literario, una salida de campo, una feria, un concurso, etc. que no estaban previstos dentro de ninguna asignatura.
Así mismo, se puede proponer una Metodología de Indagación con sus etapas de focalización, experimentación, aplicación y reflexión.

Lo ideal es que el docente trace un plan a seguir, como por ejemplo, el explicitado por el modelo de Kemmis y Mc Taggart adjunto, el cual presenta un plan general suficientemente flexible como para adaptarse a cualquier imprevisto.
- En la fase de observación, nos detendremos en recoger datos que nos permitan analizar la situación y valorarla.
- En la fase de reflexión trataremos de dar sentido a los datos recogidos mediante discusión grupal y con el intercambio de ideas para poder ajustar así el plan inicial.
- En la fase de acción deberemos actuar a partir de lo observado, reflexionado y decidido.
A parte de la planificación, otro aspecto a tener en cuenta es la necesidad de la motivación del estudiantado.
Por lo tanto el desarrollo de la transversalidad debe emplear una metodología que tome en cuenta el valor de la persona, que tome en cuenta lo afectivo y lo lúdico, que busque el enriquecimiento personal de cada uno y de cada una, que se base en la interacción y en el convencimiento de que todos y todas tienen algo que enseñar y, al mismo tiempo, algo que aprender; que promueva la autoestima, con la seguridad de que es la piedra angular para todo proceso de realización personal; que estimule la valoración de los demás y el respeto por el otro, fundamental para el respeto a los derechos humanos; que permita el disfrute y la alegría, reconociendo que son el eros y la pasión, las fuentes de la vida, del aprendizaje y de la felicidad, y que todos y todas tenemos derecho a ser felices, que rescate el valor pedagógico del juego y lo recupere no sólo para los niños, sino también para los adultos.
Una metodología que asuma que nadie aprende solo, sino que todos aprendemos de todos, por lo que el interaprendizaje tiene que estar en su propia base.  Una metodología que tome en cuenta a toda la persona, integrando las dimensiones “sentir-pensar-actuar” , esto es: lo afectivo, intelectual y psicomotor; que genere y mantenga una actitud positiva, necesaria para alcanzar las metas propuestas y no deje que las dificultades y miedos nos bloqueen, desvíen o anulen; una metodología que reduzca las exposiciones largas y tediosas, para dar lugar a la participación activa de todos y de todas, a través de dinámicas, juegos, diálogo y debate, lo que permitirá recoger las opiniones, ideas y sentimientos de las personas.
Una metodología que, convencida de que aprendemos equivocándonos, aproveche los errores como fuente de futuros aprendizajes.  A continuación describo algunas de las características de la metodología de la transversalidad de acuerdo a la postura definida por Mujica (2002)
a. Una metodología que parte de la realidad de los y las participantes es fundamental partir de la realidad, esto es de las características, necesidades, intereses y problemas de las personas con las que trabajamos, así como de su experiencia de vida, sus posibilidades y sus limitaciones, y de las características del contexto socio-económico y cultural en el que se desenvuelven.  Creer que todas las personas son iguales, y que los procesos educativos se pueden desarrollar indistintamente con cualquier grupo y en cualquier tiempo y lugar, es desconocer su individualidad y su diversidad, negándoles su condición de personas.
Partir de la realidad de las personas supone entonces adaptarnos a cada realidad, estar abiertos a las percepciones que cada uno y cada una tienen de la misma y que asumamos que las personas pueden no perciben ni viven un hecho de la misma manera.  Esto significa que debemos asumir –y estar dispuestos a aceptar- que no hay una sola "verdad" sobre la realidad, porque es sentida y vivida de manera personal y, por eso distinta.
b. Una metodología que enseñe a “aprender a aprender”.  Una metodología que responda a las necesidades del momento actual y que promueva el respeto a la dignidad del ser humano, debe capacitar a la persona para que "aprenda a aprender". Esto significa que el aprendizaje debe partir de la experiencia directa de las personas promoviendo su actividad de tal manera que sean capaces de buscar información, de organizar sus ideas, reflexionar, sintetizar y construir opinión y conocimientos, pasando de ser receptores pasivos a productores de conocimientos.  Hay que recordar que la historia de la ciencia y del conocimiento de la humanidad, la han escrito no los que reciben, retienen y repiten, sino los que observan, investigan, descubren, construyen y crean.
El conocimiento es algo que siempre se va haciendo.  Donde sólo hay acumulación pasiva no hay verdadero conocimiento. Por ello, para que un proceso de enseñanza y de aprendizaje sea exitoso, lo más importante no es la acción del que enseña, sino la del que aprende.   Debemos asumir que son las y los educandos los protagonistas del proceso de aprendizaje, y que incorporando la experimentación, la búsqueda de información, el debate y todas las alternativas metodológicas que permitan la participación libre y responsable de las personas, se estará educando integralmente.
Es necesario, asimismo, combinar la actividad individual con la grupal para promover el interaprendizaje, el contraste de opiniones y experiencias y, propiciar el ejercicio democrático en la toma de decisiones colectivas.  El convencimiento de la importancia del trabajo grupal, cuando tiene metas claras, organización adecuada y acompañamiento y estímulo, es central en la metodología de educar en valores.
c. El diálogo como método privilegiado.  Un aspecto fundamental es el desarrollo de una comunicación horizontal entre los sujetos involucrados en el proceso educativo.  Para que haya comunicación horizontal es necesario que las personas se reconozcan diferentes pero iguales en dignidad y derechos.
El diálogo es un medio privilegiado para lograrlo, dialogar es reconocer y afirmar la igualdad de los seres humanos. Cuando dos o más personas dialogan, todo su ser, sus pensamientos, sus sentimientos y sus emociones están comprometidas en una relación de mutua valoración y de respeto.  Dialogar es más que "conversar", más que "informar" y más que "yo pregunto y ustedes responden" o "ustedes pregunten y yo contesto".  Sólo pueden dialogar quienes están seguros que todas las personas valen igual y que es posible aprender unos de otros. Para dialogar es necesario saber escuchar, con la certeza de que escuchando al otro lo ayudamos en su afirmación personal y en el crecimiento de su autoestima.
El diálogo hace posible el aprendizaje activo, por eso debe ser el método y el procedimiento educativo por excelencia. Si se aprende a dialogar se estará mejor preparado para una convivencia democrática.
d. Una metodología que promueve la Criticidad.  Tiene sentido crítico aquel que sabe reconocer lo positivo y lo negativo; que está atento a lo que ocurre a su alrededor, que utiliza su creatividad e imaginación para buscar soluciones.  La persona crítica es capaz de juzgar con actitud positiva; por ello no sólo emite juicios sino que abre espacios de discusión y, en lo posible, propone alternativas y soluciones.
Los participantes deben aprender a distinguir, comparar, evaluar y proponer, para tener juicios propios, correctos y justos.  La actitud del educador es fundamental en este caso. Si es la de aquel que todo lo sabe y no se equivoca nunca, no fomentará en el participante la posibilidad de cuestionar lo que aprende pues se lo presenta como verdades acabadas.
Para desarrollar la capacidad crítica es necesario privilegiar la información que parte de la realidad, tratando siempre de regresar a ella para transformarla; favorecer la reflexión, el análisis y la interpretación de la información adquirida; promover la autocrítica (la autoevaluación) tanto del educador como del participante; integrar teoría y práctica.
e. Una metodología que promueva la expresión y el desarrollo de afectos y sentimientos.  Si las personas expresan libre y conscientemente sus sentimientos, y se les acompaña a crecer y madurar en ellos, se puede decir que se está tomando en cuenta a la persona.  Sólo es posible el aprendizaje de valores si la y el educador en sus métodos y procedimientos, toma en cuenta los sentimientos de los educandos.
f. Una metodología que promueva la participación.  La participación es una característica fundamental en una convivencia democrática.  Esta es mayor, y permite mejores, resultados cuando es y se hace organizadamente.  Promover la participación es motivar a los y las participantes a tomar parte activa en todas las actividades planificadas en el proceso educativo, para que dejen de ser espectadores, para ser protagonistas.  Cuando los y las participantes participan, se comprometen con las iniciativas que tomen, asumen sus responsabilidades y descubren su capacidad para tomar decisiones.
Cuando en una experiencia educativa hay participación, se puede ver, de manera evidente, que ellos y ellas expresan y defienden su opinión con espontaneidad y libertad, lo que sólo se conseguirá cuando ellos/ellas pueden hablar libremente acerca de lo que piensan y sienten, sin el temor a ser reprimidos y/o condenados por lo que digan.
Esta metodología, cuando es verdaderamente participativa, promueve la toma de decisiones, estimula que se hagan críticas, que se propongan alternativas, que se den sugerencias y que se acepten las decisiones, críticas y sugerencias de sus compañeros y compañeras.  Los y las participantes asumen responsabilidades por propia iniciativa y no por imposición o decisión de la y del educador, y se comprometen con las tareas acordadas siendo conscientes de las consecuencias de sus actos y las aceptan.
g. Una metodología que promueva La Integralidad.  En este sentido, promover el desarrollo integral de la persona exige asumirla como valiosa en sí misma, única y diferente, que tiene características propias y originales.  Significa, también, que en cada espacio educativo, debemos promover el conocimiento y comprensión del cuerpo, valorándolo positivamente y aceptando los cambios que se producen en él en el transcurso de la vida.
h. Una metodología basada en el aprendizaje constructivista.  El aprendizaje y desarrollo de los conocimientos dependen de los conflictos cognoscitivos, producto del proceso de equilibración-desequilibración que se produce en la interacción que las y los estudiantes tienen con el mundo socio-cultural. El y la docente puede confrontar a los y las discentes a partir de sus conocimientos con otras informaciones,  ya sea de otros estudiantes o bien las que éste provea para posibilitar el enriquecimiento y desarrollo de otros conocimientos.
i. Una metodología basada en actividades lúdicas.  Un recurso que emplean los estudiantes para aprender es a través del juego: El docente puede aprovechar el recurso de situaciones lúdicas para el desarrollo de temáticas transversales.  Este recurso es así mismo,  un modo de regular aspectos de convivencia en el aula.